GIUSSANI, LUIGI
Uno que se decide a fundar una familia, la construye sobre su propia capacidad afectiva y la del otro. Pero el mundo descarta nuestra capacidad afectiva, que es lo más frágil que hay en nosotros, y tiende a reducirla a instintividad. Y, así, las familias no se construyen para desarrollar la capacidad afectiva, sino por motivos bien distintos: para sacar provecho, por el dinero, porque apetece. Pero, aun cuando nos tomáramos en serio nuestra afectividad, llegados a un punto nos tropezamos con una incapacidad dramática: ¿qué podemos construir sobre nuestra afectividad que sea estable, seguro? ¿Qué cuentas se pueden hacer con la fidelidad o la lealtad? Pero sucede que el misterio de Dios ha venido entre nosotros, ha tomado nuestra fragilidad y no sólo no la ha descartado, sino que la ha librado de esa incapacidad suya última; la hace capaz de gratuidad y construye sobre ella una obra nueva, una humanidad nueva. Construye una amistad: una relación entre el hombre y la mujer, una casa, una morada, una sociedad y una época distintas.