BUXTON, NICHOLAS
Seamos o no conscientes de ello, venimos a este mundo con un deseo innato de «algo más». Gastamos tiempo, dinero y esfuerzos intentando encontrar la paz y la felicidad que pongan fin a esa búsqueda sin descanso. Todos lo hacemos: es constitutivo del ser humano.
La práctica de la meditación puede aprenderse en unos minutos, pero lleva toda la vida convertirse en maestro. Ella permite conectar con una realidad mucho mayor que la nuestra, a la que las grandes tradiciones espirituales denominan Dios.
Además de ayudar a ver las cosas como son y no como creemos y deseamos que sean, la meditación favorece la integración armoniosa de cuerpo y mente, de acción y contemplación, del mundo, de quienes nos rodean y de nosotros mismos.