LOBO ALMAZAN,JOSE MARIA
Sevilla, en la segunda década del siglo XX, siguió contando coninnumerables manifestaciones populares religiosas, organizadas tantodesde las hermandades como desde las parroquias, donde sus rectoresmostraban una implicación total con el culto externo. La ciudad, queen absoluto extrañaba estos desfiles procesionales, convertía loexterno en interno y se conformaba toda ella como una gran basílicamonumental.
No es de extrañar por ello, que en cualquier calle oplaza nos podamos encontrar un pequeño altar adosado a la pared, biende cerámica o incluso con algún tipo de imaginería, soporte permanente cuyo poder de convencimiento hace que su mensaje funcione con plenasgarantías de éxito.
Nadie podrá ignorar su presencia en el rincónmás inverosímil del escenario urbano y en apenas un segundo acapararásu atención, aun sin quererlo, ejerciendo su fascinación, mostrando el atractivo de su soporte y haciendo digerir y aceptar sin discusión,su belleza y mensaje.